Realmente, las enseñanzas que vamos a ir compartiendo en este viaje con este Maestro imaginario, nos van a hacer pensar profundamente sobre la verdad del ser humano, sobre la misión que cada uno de nosotros vamos a cumplir cuando estrenemos nuestra flamante nueva identidad, cuando hagamos ese proceso de reingeniería personal y podamos salir al mundo de un modo distinto.
Es cierto, uno tiene que buscarse a sí mismo, uno tiene que buscarse en la profundidad, para poder en primer lugar comprendernos a nosotros mismos. La Verdad en la vida llega a través de la vivencia directa. Lo único confiable en la vida es lo que nosotros experimentamos con la visualización de la realidad tal cual ella es. Y el bienestar va de la mano de apreciar la vida como es y no de la manera que nosotros quisiéramos que fuera.
A la paz interior accede un ser humano cuando logra ver la verdad en toda su dimensión y la acepta al mismo tiempo. Negar la realidad, no querer verla a los efectos de evitar sufrir, es justamente todo lo contrario, es la fuente principal de nuestros sufrimientos. Y esto es lo que el Maestro nos está enseñando en este camino que vamos a hacer con él. Ver más allá de lo que se presenta ante nuestros ojos. Interpretar más allá de lo que nosotros estamos acostumbrados a creer en esa superficialidad. Puede ser no es sinónimo de ser. Tenemos que llegar realmente al fondo. Si uno juzga la actitud de un ser humano, a punto de partida de lo que nos cuentan de ella y de algunos episodios que pudimos haber presenciado, nos estamos haciendo una imagen que no necesariamente es un reflejo de la realidad. ¿Por qué? Porque la vamos generando a punto de partida de una información incompleta.
Por lo tanto, veámonos primero en nuestro interior, desarrollemos esa capacidad de dialogar y de tomar ese café con nosotros mismos para poder llegar a la profundidad y poder comprender las enseñanzas de ese Maestro que compara en este caso, la raíz de un arbusto con el corazón del ser humano.
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