lunes, 19 de mayo de 2014

Desarrollando nuestra eficacia


Cada vez que amanece, nos levantamos,  iniciamos el día y  revisamos mentalmente aquellas cosas que ya sabemos que tenemos que hacer, más aquellas que potencialmente o circunstancialmente pueden llegar a agregarse, es nuestro deseo más ferviente no solo tratar de ser eficiente en el cumplimiento de esas obligaciones, sino que también esperamos todos que el resultado de ese esfuerzo se traduzca en un sentimiento de eficacia personal. Y para eso es absolutamente necesario, antes que nada, ponernos de acuerdo respecto a qué entendemos por ser eficaces.

Y uno puede aplicar muchísimas definiciones al concepto de EFICACIA. Pero yo creo que lo más acertado o lo más cercano a lo que en general tenemos como dicho concepto es pensar que ser eficaz es tomar aquellas medidas o cumplir con nuestras obligaciones de manera de poder colmar nuestras expectativas en lo que tiene que ver en cómo queremos vivir y la manera como nos ingeniamos para responder a los retos a los que la vida nos expone. Y ESTO NO ES NADA SENCILLO. Porque lo que vemos en la vida cotidiana, lo que vivimos en el día a día yo diría la enorme mayoría de las personas,  es que una cosa es lo que nosotros quisiéramos, una cosa es lo que nosotros, en nuestros sueños, en nuestras ilusiones, pretendemos y otra bien diferente es la realidad que vivimos cotidianamente. Ahora ¿por qué existe esa disociación tan importante entre cómo me gustaría que las cosas fueran y cómo las cosas son? ¿Cuánto hay de responsabilidad en el mundo, en lo que pasa fuera de nosotros y cuánto hay de responsabilidad en nuestra actitud cuando encaramos esas obligaciones, cuando encaramos las metas o esos objetivos que nosotros nos fijamos? Y cuando digo qué compromiso tenemos nosotros, me estoy refiriendo fundamentalmente a la actitud o la seriedad con que nosotros tomamos esas cosas que queremos que se realicen finalmente.

Y no te va a costar mucho entender este concepto porque a todos nos ha pasado quizás, que hemos tenido que atravesar por ciertas etapas en las que hemos tenido que hacer grandes esfuerzos sin obtener los resultados deseados. O sea, que nunca hay normas estrictas en lo que tiene que ver con ecuaciones lineales, es decir, si hago un gran esfuerzo entonces sí logro el resultado final. Lo que nos damos cuenta de que muchas veces no es así. Uno puede haber sido muy eficiente y uno puede haber actuado con mucha responsabilidad en el cumplimiento de su deber. Pero es muy probable que aún haciendo esto, no pudimos rescatar ese sentimiento de eficacia personal que es tan particular,  que no hayamos tenido la percepción de que valió la pena invertir toda esa fuerza y toda esa energía y que los resultados no fueran lo que nosotros esperábamos.

Entonces cualquiera que sea el ámbito donde nos desempeñemos cotidianamente, así tengamos que tomar decisiones muy sencillas o muy complejas, el concepto de la eficacia y la necesidad de alcanzarla siempre está alrededor de nuestra mente.  Naturalmente siempre queremos que nos vaya bien, siempre queremos acariciar el éxito, siempre queremos que nuestra vida se oriente hacia lo que es ser un triunfador o una triunfadora pero en el sentido de poder vivir de acuerdo a nuestros principios y a nuestros valores.  No podemos muchas veces utilizar nuestro tiempo en reunir todos los datos necesarios para poder tomar una decisión y actuar en consecuencia. Quizás nuestra intuición sea uno de los elementos más importantes para poder actuar en consecuencia y poder obtener los resultados que nosotros esperamos en esta aventura tan importante que se llama vivir.

Entonces vamos a llegar a la conclusión de que la EXCELENCIA y la EFICACIA  son dos palabras que se acercan y yo diría que en determinado momento se entrecruzan entre sí, sobre todo cuando tenemos que tomar decisiones que consideramos que son de capital importancia para determinar cuál es el sentido de nuestra vida. Cuando nos enfrentamos a la necesidad de decidir cosas importantes, tenemos que saber que vamos a iniciar un camino que puede llevarnos hacia un futuro lleno de realizaciones personales o nos puede suceder que nos quedemos en el extremo opuesto de este espectro atrapados en un pasado que puede haber sido muy frustrante, recordando uno o varios episodios vividos como grandes infortunios. ¿Cómo saber si nuestros pensamientos nos permiten seguir adelante y alcanzar nuestras pretensiones o si estamos enganchados o atrapados en ese pasado? Por eso es tan importante liberar la mente. Por eso es tan importante que antes que tú inicies un nuevo emprendimiento, primero te preguntes y te plantees dónde estás ubicado hoy, en qué parte del escenario de tu vida. 

¿Te sientes en condiciones de abordar o de afrontar nuevos desafíos o todavía necesitas un tiempo para procesar aquellas cosas que te han sucedido a lo largo de la vida?

Piensa por un instante en la profunda diferencia que existe entre tomar decisiones con una noción clara de lo que es importante para ti o tener que decidir bajo el imperio de la inseguridad, de la incertidumbre y del temor a equivocarte. Cuando tú has recorrido el camino de ese diálogo interno y del conocimiento de tu propia persona y cuando tú tienes ciertas certezas de lo que quieres que te suceda en tu vida, tus decisiones comienzan a tener una cuota de expectativa positiva que automáticamente va a elevar tu autoestima. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario