miércoles, 5 de agosto de 2015

Diez preguntas eternas de Zoë Sallis


Respuesta de Walter Dresel a la pregunta:

     ¿QUÉ LE HA ENSEÑADO LA VIDA HASTA AHORA?

La vida es una fuente de aprendizaje constante y profundo. En esa universidad de lo cotidiano, transcurren los tres tiempos donde se escribe la historia personal de cada ser humano. El pasado, fuente natural de los sucesos y acontecimientos vividos, forma una parte inseparable de lo que somos hoy y condiciona en buena medida nuestro comportamiento y la actitud que asumimos frente a los desafíos naturales a los que la vida nos enfrenta. Alegrías y tristezas, éxitos y fracasos, frustraciones y esperanzas componen ese pasado que debe ser fuente de enseñanza para poder manejar el presente y el futuro, no cometiendo los mismos errores que pudimos haber cometido, como consecuencia de decisiones o elecciones inadecuadas. Aprender a vivir con nuestro pasado es una de las tareas de mayor trascendencia en ese presente donde elaboramos nuestros sueños y les damos forma para que sean posibles, mediante la realización de un proyecto personal que respete nuestros deseos y necesidades. El futuro es el espacio de tiempo donde hemos de vivir la mayor parte de lo que nos queda de existencia por transitar, por lo tanto debemos quitarnos el temor a lo desconocido, a lo incierto, que es como muchas veces aparece el futuro en nuestros pensamientos. A medida que avanzamos en esta aventura apasionante que es vivir, también envejecemos y debemos prepararnos para asumir el paso del tiempo con la dignidad que merecemos. Envejecer es un proceso biológico que involucra a todos los individuos sin ningún tipo de distinción de clase social, de nivel económico, de religión o de origen étnico. La diferencia fundamental entre un joven y una persona adulta que está acercándose a la frontera arbitraria del adulto mayor, es la noción del tiempo. Mientras para el joven parecería que el tiempo es infinito, el adulto, el hombre o la mujer, que siente su propio proceso de envejecimiento, necesita optimizar el tiempo de vida que le queda, aunque no pueda saber a ciencia cierta cuánto es ese tiempo. La experiencia que se adquiere en la vida, nos enseña a ser humildes, a ser solidarios, a ser respetuosos de nuestros semejantes y de su dolor o de sus necesidades, y a su vez nos enseña a respetarnos a nosotros mismos, estableciendo límites naturales para que los demás también puedan respetarnos. 

   

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