viernes, 4 de marzo de 2016

Los caminos de la vida


Muchas veces nos preguntamos si elegimos la vida que queremos o la vida nos va llevando por distintos caminos que a veces nos conducen a precipicios  donde solemos caer y donde nos cuesta mucho recuperarnos.

Y el paso del tiempo y el paso de los años me han enseñado que en realidad cuando uno analiza a fondo estas cuestiones, llega a la conclusión de que cada uno elige realmente el camino que quiere recorrer. Y quizás no lo estamos eligiendo conscientemente, porque por alguna razón o tomamos decisiones o no las tomamos y entonces se convierten en omisiones y esas decisiones o esas omisiones van conformando el trayecto y el camino por el cual nosotros transitamos a lo largo de la vida. 

Pero en última instancia, todas las cosas que nos suceden tienen en el fondo una relación de causalidad. O sea, nada sucede porque sí. Y aquí no importa atribuirle el don a una fuerza superior, cada uno verá, cada uno interpretará la vida de un modo diferente y cada uno atribuirá también a distintas circunstancias los hechos que nos tocan vivir. 

Y yo te digo los hechos que nos tocan vivir, porque hay algunas circunstancias, eso sí es cierto, que nosotros no podemos prever y que se interponen en el camino de nuestra vida y que nos hacen zozobrar muchas veces, nos hacen dudar o nos enfrentan a desafíos que nos resulta muy difícil sortearlos. 

Pero hay una pregunta que va a un nivel más profundo del que nos estamos planteando y es que frente a esa tacita de café uno se pregunte si está viviendo o si está sobreviviendo y cuál es el concepto que cada ser humano tiene, que tú tienes, en particular, de lo que es la vida.  

Esto tiene que ver con el contenido de este último trabajo mío, donde aprendí a revalorar el sentido y la magnitud que tiene ese pequeño enorme regalo que significa vivir. Y la pregunta es: ¿estamos aprovechando esa oportunidad que nos está dando la propia historia de nuestra vida o simplemente estamos viviendo biológicamente dejando que la vida nos pase por delante, sin tomar decisiones, sin involucrarnos demasiado, sin avanzar hacia esa meta que todos anhelamos, que es el bienestar. ¿Qué hacemos en pos de ese bienestar? Trabajamos sí, todos trabajamos y quizás trabajamos de más. Quizás trabajamos más horas de las que deberíamos trabajar. Inmediatamente surge la respuesta: pero las obligaciones, las responsabilidades, las cuentas a pagar… Todo eso es cierto, todo eso es el aspecto material de nuestra manera y nuestro modo de estar en este mundo.

Pero… nos estamos perdiendo las cosas más profundas, las cosas más saludables, las cosas más bonitas que puede tener la vida, que es entre otras cosas, el contacto con la naturaleza, el diálogo con los otros integrantes del universo que también forman parte natural de nuestra manera de estar en el mundo.

¿Cómo lograr ese equilibrio entre la necesidad material que tenemos los seres humanos y esa enorme necesidad de comunicación espiritual que vamos teniendo a medida que el mundo se complica, a medida que el mundo se globaliza, a medida que el mundo se torna cada vez más insensible frente a las necesidades de sus habitantes? ¿Cómo compatibilizar ambas cosas? 

¿Cómo hacer para lograr en este mundo y en esta era de la comunicación virtual, de los avances tecnológicos, para recuperar la comunicación de la mirada, para recuperar la comunicación verbal y el lenguaje corporal?

Nos parapetamos detrás del teléfono celular para enviar mensajes o mandamos correos electrónicos, pero nos cuesta cada vez más enfrentarnos cara a cara para decirnos aquellas cosas que sentimos y aquellas cosas que pensamos. 

Entonces vuelvo a la pregunta: ¿estamos viviendo o estamos sobreviviendo? Y cada uno deberá escoger una respuesta y esa respuesta tiene que ser franca, tiene que ser honesta, tiene que reflejar la verdad de cada uno. 

Cada ser humano tiene una visión propia,  personal, de lo que puede ser vivir. Y yo comparto este pensamiento, porque nosotros tenemos la obligación de aceptar lo que el otro piensa aunque no lo estemos compartiendo. Pero… todos tenemos derecho a nuestra verdad, todos tenemos derecho a acuñar nuestro pensamiento. 

Vivir, en la más amplia acepción de la palabra, es extraer de nosotros mismos lo mejor, para ir de a poco, recorriendo caminos que nos permitan acercarnos a lo que son nuestros sueños y a lo que fueron nuestras ilusiones, con paso firme y con esfuerzo. 


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