martes, 25 de febrero de 2014

Aprendiendo de los fracasos

Uno puede encontrar muchas definiciones de lo que es un fracaso pero la que más me gustó es que es un juicio sobre un acontecimiento del cual somos protagonistas. Y ahí tenemos que separar, porque una cosa es el hecho, la realidad de cada uno de nosotros que no tiene cambio, es una sola, pero hay otra segunda parte que es el sentimiento que cada uno tiene  respecto a lo que le está pasando. Y eso es en definitiva lo que diferencia un ser humano de otro.
Y es muy importante ver la diferencia entre el acontecimiento en sí mismo y la interpretación que hacemos, porque sería el punto clave para reinventarnos después de una derrota. Uno tiene que aprender porque en cada episodio hay una enseñanza, hay una respuesta, hay algo que nosotros probablemente no hicimos totalmente bien y que es lo que finalmente nos produce esa sensación tan desagradable que es el fracaso. 
Cuando lleguemos a la etapa de reinventarnos después de la derrota, porque la vida sigue su curso y de alguna manera nosotros nos tenemos que reinsertar en el mundo, tendremos que hacerlo de un modo diferente quizás, con una identidad distinta, quizás con una visión diferente, tal vez porque no nos logramos adaptar adecuadamente a tiempo a los cambios a los que la vida nos expone. 
 El fracaso es una de las experiencias más universales y es bueno tener las herramientas como para poder saber qué hacer en cada situación. Y es metiéndonos de lleno en el concepto que trae el fracaso, que nosotros podemos llegar al éxito. Si no nos desnudamos ante nosotros mismos para darnos cuenta de cuáles son nuestras fortalezas, pero también de cuáles son nuestras debilidades, es muy difícil que podamos avanzar, porque siempre repetimos el mismo patrón de conducta y ese patrón de conducta que nos llevó a equivocarnos una vez, nos va a llevar a equivocarnos reiteradamente. 
Y los que alguna vez hemos fracasado en algún área de nuestra vida, vamos a saber muy bien lo que se siente. En una primera etapa todos sentimos prácticamente lo mismo: a todos nos duele, a todos nos lastima, todos nos sentimos heridos y la diferencia pasa a través del tiempo con lo que cada uno hace con esos sentimientos. Hay un grupo de personas que queda atrapado en ese sentimiento de fracaso y no logra salir de ahí y hay otras que logran poner un punto final y esto es una de las cosas que nos cuesta muchísimo.
El impacto de los acontecimientos que nosotros vivimos como fracasos en la vida, está íntimamente ligado al nivel de sensibilidad que cada persona tiene y a la manera en que cada uno de nosotros es capaz de manejar sus emociones. En la medida en que la vida nos va colocando en situaciones en las que debemos sentir de una determinada manera, porque fuimos programados para ello, comprendemos con facilidad lo que es la tristeza por un lado, y lo que es la alegría por otro, cuáles son los sentimientos de éxito, y cuáles son los de fracaso.
Cada vez que tú te atreves a salir al mundo en busca de algo que te conmueve, de un sueño, de una ilusión, de un amor, de algo que te genera o te causa satisfacción, tienes que saber que una de las posibilidades que existe y que por supuesto, en un principio nunca pensamos en ella, es que ese sueño no llegue a buen fin. O que fracasemos en nuestro intento por ser felices, o por lo menos acceder a nuestro bienestar. Esto está incluido en el precio de vivir. En ese impuesto que tenemos que pagar para poder llegar al equilibrio, al bienestar, a la paz interior, a la armonía, al éxito, en definitiva, que es poder llegar a vivir de acuerdo a nuestras propias expectativas. Y sólo aquél que no se esfuerza, sólo aquél que permanece en la mediocridad, evitando ese esfuerzo,  quedándose donde está, puede postergar por un tiempo, esa desagradable sensación  de haber perdido algo. Y digo puede postergar, porque la inmovilidad del ser humano acrecienta la impotencia frente a los desafíos básicos de la vida. Sin duda, que el fracaso lleva implícito en su concepción, el sentimiento de pérdida. Pero lo que no nos damos cuenta, y sobre todo en un principio, es que, con frecuencia, también podemos ganar mucho con este tipo de vivencias. 
Una experiencia invalorable es vivir en carne propia lo que significa caer hasta lo más bajo, sentir que no encontramos el camino, que todo está oscuro y que la esperanza se desvanece, hasta que un rayo de luz nos señala hacia dónde tenemos que ir para ser protagonistas de nuestra reconstrucción.

Si hay algo que el fracaso le hace a los seres humanos, es tornarnos mucho más humildes, más reflexivos y más permeables a escuchar a quienes tienen más experiencia y más sabiduría que nosotros. Esos fracasos son acontecimientos que templan el alma y el espíritu y nos van fortaleciendo para ayudarnos a enfrentar nuevamente la vida, con un aire renovador que nos estimula a lograr nuestros objetivos.


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