El poder de la culpa es
tal que condiciona por completo nuestra vida. Incide en nuestro desempeño
cotidiano, impacta en las decisiones que tomamos, arrasa con nuestras metas y
proyectos, nos genera inestabilidad emocional, desasosiego y ansiedad, y como un
adoquín se interpone en el camino hacia una vida con armonía y paz interior.
Por eso se hace
perentorio revisar si las culpas con las que cargamos son verdaderamente
nuestras. Examinarlo permitirá asumir las responsabilidades que de verdad nos
competen y alejarnos de los lastres ajenos. Existen errores que son
genuinamente nuestros y otros que pueden haber sido inducidos por la opinión de
los demás, que nosotros escuchamos y aprobamos como una verdad.
Deja de vivir en función de lo que los otros quieren, sal de esa
tortura permanente. Es momento de ir recuperando la confianza en tus procesos
de pensamiento para ubicarte en el lugar que te corresponde en tu existencia.
Con la frente en alto, cicatrizando por fin viejas heridas.
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